Uno de los motivos principales de venir
a El Salvador era la firme intención de Esther de dar la oportunidad
a Nuria de conocer a la familia Martínez. Don Adrián, la niña Lupe
y 8 de sus hijos fueron quienes le acogieron durante un par de
semanas en su humilde casa dentro de la comunidad de La Loma en su
última visita. Ubicados a lo alto de una montaña, ellos son los
protagonistas de "Un día de agua", la exposición que le
sirvió para ganarse muy buena nota (la mejor, ;P) y con la que
Esther quería plasmar su principal problemática: la falta de acceso
al agua. Hace unos cinco meses su vida ha cambiado ¡les ha llegado
el agua! Y queríamos verlo con nuestros propios ojos...
Nos reencontramos con ellos en Puerto
La Libertad, donde aparece mamá Lupe con Óscar y Chema, dos de los
hijos de la numerosa familia. Los abrazos y las risas nerviosas de
todos en los primeros momentos dan paso a la naturalidad de
encontrarse en familia. Vamos a pasear por el muelle a ver el mar y
los pescadores preparándose para la faena. Luego, toca ir de tiendas
para comprar algo de aceite, pescado, arroz, huevos...y un largo
etcétera que servirá de alimento a la tropa para un par de semanas.
No nos entretenemos mucho y después
del faroleo cogemos un bus hasta el desvío que marca el principio de
camino "a casa". Antes de iniciar la marcha toca repartirse
el peso entre todos y darnos ánimos, el camino va a ser intenso. Una
vez pasada la comunidad de Coyanigua, junto a la cual comparten el
sistema de agua, comienza el ascenso a la cima de unas dos horas por
un terreno pedregoso y con un solete potente que ayuda a que suba la
temperatura, bfff, ¡qué calor! Menos mal que a unos 40 minutos de
llegar nos reencontramos con el resto de hijos que vienen a buscarnos con el caballo al que cargamos la mayoría de las
provisiones, ¡menos mal!
El tramo final del recorrido va
amenizado por todos los buenos recuerdos que tienen los niños de la
visita de Esther: "¿Te acuerdas de cuándo fuimos al río?, ¿y
de ese día que nos acompañaste a ver a la abuelita? Yo me acuerdo
de una vez que...." estaban como locos... Al llegar a la casa,
además de tomar un par de tragos de agua, podemos comprobar que la
familia ha aumentado con nietos y... con más animales ¡qué follón!
Las gallinas, los tres perros, la cabra, dos caballos, una pareja de
pavos y otra de patos de la vez pasada se han incrementado con una
yegua, unos diez patos, cuatro cerdos, un gato y pollos ¡alegría!
Nuria, la gran amante de los animales, se lleva más de un susto con
tanto bicho suelto por ahí.
Después de comer, Esther comparte un
rato de juego con los niños y tras una ducha utilizando el agua de
la pila que se ha construido gracias al proyecto, vamos a visitar a
los vecinos y con ellos nos acercamos al tanque suministrador de
agua. A la noche, vienen más hijos a saludarnos y aprendemos a hacer
pupusas. Le pillamos el truquillo y anotamos la receta para hacer en
casa a la vuelta. Como os imaginareis, después de la paliza de subir
hasta allí, dormimos como dos angelitos...¡estamos muertas!
A la mañana siguiente, y mientras los
niños están en el colegio, aprovechamos para ayudar a Lupe con
labores de la casa y llevar a cabo entrevistas a ella y a Don Adrián
que formarán parte de "Un día de agua... segunda parte".
Al terminar el cole, los niños vienen
como locos a comer rápido porque...¡esa tarde nos vamos al río!
Pero lejos de ser una visita con el objetivo de lavar durante horas
como antaño, hoy es una excursión familiar con la única intención
de ir a darnos un chapuzón y jugar. Bajamos cual domingueros por
unos caminos de Dios algo complicados que nos demuestran que nuestro
calzado no es el más apropiado, jaja... De paso, paramos a recoger
marañones (fruta de la semilla del anacardo) pero finalmente llegamos
y nos pegamos la tarde entre risas, merienda y chascarrillos. Para
subir se nos echa un poco encima la noche y volvemos a llegar con la
lengua fuera pero hemos pasado muy buen rato.
Al día siguiente, seguimos grabando a
vecinos para recopilar más testimonios acerca del agua y luego, Lupe
y los chicos de la casa nos acompañan a ver la nueva iglesia y un
muro cercano. Nuestra última tarde la pasamos con los niños
haciéndonos dibujos mutuamente que nos permita acordarnos de estos
días que hemos pasado juntos.
El madrugón del último día pone fin
a cuatro días muy intensos vividos en La Loma. Nos vamos acompañadas
por Lupe a Santa Tecla, a visitar a dos de las hijas que viven y
trabajan allí. Después de un buen almuerzo, ahora sí llega el
momento del último abrazo. Queremos pensar que no es un adiós, sino
un hasta luego.