Bienvenidos a una de las joyas de
la corona en el país y lugar que da acceso a todo un paraíso de la naturaleza
con cuevas, embarcaderos y templos majestuosos en lugares imposibles. Un autobús
nocturno nos trae hasta aquí y se convierte, sin saberlo, en el último destino
en Vietnam. El coronavirus llega a nuestras vidas (hasta entonces era un rumor
lejano que no estaba afectando al viaje) y vivimos en primera persona las
consecuencias.
Para empezar nuestro primer día
visitamos un recinto que alberga varios templos. Es muy común, además,
encontrar pequeños altares dentro de cuevas y la calma que se respira aquí es
contagiosa. Subimos bastantes escaleras para llegar a lugares con unas vistas
espectaculares y nos sorprende ver que también hay ¡alguna cabra! Lo anecdótico
de este lugar nos ocurre al salir, cuando han cerrado las puertas para no dejar
entrar a más turistas y nos vemos un rato encerradas… finalmente otros
visitantes nos chivan que hay un muro fácil de saltar por el que podemos salir,
¡menos mal!
Cogemos la moto y atravesando extensos campos de arrozales llegamos a Am Thien Cave. Tras caminar 100 metros por un túnel llegamos a una especie de oasis. Se trata de un recorrido circular alrededor de un lago en el que de nuevo encontramos una pareja de novios sacándose un reportaje de fotos. Y visto que se trata sobre una barca, ahí que nos plantamos un rato a ver el espectáculo porque la novia hace amagos de tambalearse y caer al agua en más de una ocasión, jijijijji
Como parece un lugar de cuento,
aprovechamos para hacer todo tipo de instantáneas. Ponemos el disparador
automático y pasamos un rato muy divertido porque a payasas ¡no nos gana nadie!
Al día siguiente, madrugamos para
poder visitar Tràng An; un embarcadero que da acceso a un paseo en barca por
cuevas. Las medidas por el COVID-19 empiezan a notarse y es obligatorio el uso
de las mascarillas. Nos sentimos muy afortunadas de poder visitar este sitio
tan emblemático de Ninh Binh porque al día siguientes nos enteramos que habían
cerrado sus puertas hasta nuevo aviso… ¡por los pelos!
El recorrido dura algo menos de
2h. A pesar de la cantidad de barcas que hay, el paseo se vive de forma pausada
y tranquila y el silencio es clave para dejar volar los pensamientos. Nuestro
barquero con apenas una docena de palabras en inglés se muestra muy amable y
para en ocasiones para dejarnos sacar fotos a patos que aparecen y desaparecen
de la nada.
Después de comer, nos acercamos a
Hang Mua, otro de los atractivos de la zona donde una cantidad de escaleras de
piedra infinita lleva a un mirador espectacular que nos deja con la boca
abierta. El esfuerzo merece la pena y estamos un buen rato en las alturas
contemplando el paisaje.
El tercer día, cogemos la moto y
visitamos una reserva natural a menos de 30 minutos del hostal. El acceso
oficial está cerrado y no hay opción de coger una barca, pero Esther, ni corta
ni perezosa, se pone en modo aventurera e invita a Nuria a remangarse los
pantalones, descalzarnos e investigar por nuestra cuenta en un día algo nublado
y poco caluroso, brrrr… ¡qué fría está el agua!
El atrevimiento merece la pena.
Una vez más, nos encontramos frente a parajes naturales de quitar el hipo.
El día tiene un broche final
redondo porque en el hostal la dueña nos propone celebrar una “Corona Party”.
Somos sólo 5 los huéspedes alojados y nos comprometemos a elaborar algo típico
de nuestro país para cenar. Después de pasar un rato agradable de sobremesa,
nos venimos arriba y… ¡nos damos al karaoke! Cantamos todo tipo de canciones y
las risas que nos echamos nos vienen bien para rebajar tensiones por el futuro
incierto que nos espera a todos.
El resto de días transcurren
tranquilos entre videollamadas, ukelele y lectura y como hemos cogido confianza
con Phuong, la dueña del hotel, un día salimos con ella a cenar de barbacoa a
un sitio local muy peculiar y en otra ocasión visitamos un mercado cercano. Ir con
ella es un privilegio porque nos explica montones de cosas que no se encuentran
en las guías y estaremos eternamente agradecidas por lo bien que nos
cuidó.