El que es nuestro último
paso fronterizo en este viaje, como no podía ser de otra manera, es
toda una aventura una vez más. Nos levantamos a las 4 de la mañana
para tomar una autocaravana que nos lleva a la oficina de inmigración
de salida de Guatemala. Allí, para variar, intentan sacarnos los
cuartos inventándose una cuota que, por supuesto, no figura en
ningún lugar... Luego, nos acercan a un embarcadero desde el que
tomamos una barcaza para cruzar un río que separa los países
vecinos y, en la otra orilla, un taxi nos lleva a la oficina de
inmigración en esta ocasión de entrada a México... ¡Madre mía,
cuántos transbordos!
El pueblo de Palenque es
nuestro destino. Llegamos a buena hora para buscar cobijo y decimos
bien porque...¡menudo calorazo! La primera tarde nos recuperamos del
madrugón, duchita y al atardecer salimos a conocer el lugar. A pesar
de lo que pueda parecer, la temperatura no baja y sigue siendo un
paseo sofocante que provoca otra nueva ducha... y ¡las que nos
quedan! Al día siguiente, vamos a conocer el pueblo aunque como nos
lo venden en la propia oficina de turismo "no tiene nada para
ver", ¡qué buena propaganda, jajaja! La plaza principal e
iglesia son el único atractivo y nos pasamos el día tomando
refrescos y callejeando buscando sombras y sudando la gota gorda.
Las CASCADAS son muy
abundantes en esta zona y nos parece el mejor de los planes. Elegimos
visitar las de Agua Azul por ser las más grandes, ¡que no nos falte
el agua! Y nuestra decisión es muy acertada, ¡qué maravilla! El
agua, aunque con unos colores preciosos en esta época del año, está
helada y tomamos tiempos entre baño y baño. Pasamos un día a
remojo la mar de a gusto :)
Al día siguiente, nos
proponemos una excursión improvisada. Caminamos durante un par de
horas por un camino a las afueras de Palenque y por "sorpresa",
nos colamos en Ecomundo. Se trata de un parque acuático natural en
medio de la jungla que ofrece actividades varias pero que resulta
estar de capa caída por temporada baja. Nosotras sólo queremos
darnos un baño en el lago y comer nuestros bocatas a la sombra de
los árboles. Todo va bien hasta que nos pillan y amablemente nos
invitan a salir. Nos hacemos las locas, ponemos la mejor de nuestras
sonrisas mientras declaramos no saber que estamos en propiedad
privada, jiji...
El calor nos empuja a
marcharnos antes de lo previsto hacia la Riviera Maya, donde
pasaremos los últimos días de esta aventura. ¡Todo lo bueno se
acaba, nos vemos por allí!