jueves, 9 de abril de 2020

Mũi Né

Nos escapamos del barullo de la ciudad para pasar apenas un par de días en la localidad de Mui Né. Decidimos venir hasta aquí para poder contemplar sus famosas dunas; algo sorprendente en medio del país vietnamita. Para ir a verlas, contratamos un tour de 8h que comienza a las 4 de la mañana con el objetivo de ver amanecer desde allí. Esperemos que valga la pena el madrugón… porque según Esther: “muchas veces los amaneceres están sobrevalorados”, jajaja…

Llegamos a las dunas de noche y nos vemos obligadas a contratar un quad con conductor que nos lleva en apenas 3 minutos hasta el punto más alto. Creemos que es una manera fácil de hacer negocio y que se podría ir andando, pero en noche tan cerrada nos da apuro desorientarnos así que accedemos a cogerlo. Mientras esperamos a que salga el sol, encontramos unas láminas de plástico por allí que, a modo de trineo, sirven para deslizarse. Y claro, ya sabéis quienes estuvieron duna arriba-duna abajo, ¿no? ¡Menudas carcajadas nos echamos, probamos diferentes técnicas pero al final conseguimos pillarle el truquillo y todo!








Ya de día, era momento de volver al punto de inicio con el mismo quad. Cuál es nuestra sorpresa cuando el chico que lo conduce en vez de llevarnos por el camino original y recto, dirige nuestro quad, al igual que los demás conductores, hasta el borde de una duna con gran pendiente y… ¡¡¡nos baja a todo trapo haciendo eses por allí!!! ¡Menuda manera de liberar adrenalina! Gritamos como locas mientras nos cruzamos a gran velocidad con otros y a Nuria, que odia las montañas rusas, le da un ataque de risa, jajajajaja…




Después, nos llevan a visitar un mercado a la orilla del mar. Hay una gran actividad para las horas que son y son muchos los trabajadores que se afanan por recoger, limpiar y preparar el pescado y marisco que luego venderán en unos puestos improvisados. La estampa en el mar es muy auténtica, con las embarcaciones redondeadas típicas de la zona que le dan una imagen mágica y como de cuento.





Y por último, vamos a visitar Fairy Stream. Lo que en un principio parece ser un destino de relleno en el tour y que consiste en caminar sobre un riachuelo con los pies descalzos, se convierte en un recorrido bien bonito en el que poder observar terrenos y materiales de roca diversos. Se avanza siguiendo la corriente hasta llegar a una pequeña cascada que no cumple nuestras expectativas de bikini y chapuzón, ¡vaya cara de chasco se nos queda al descubrir su tamaño!




Pero tranquilos, más tarde, de vuelta al hotel, podemos cumplir con nuestras ansias de refrescarnos porque… ¡tiene piscina! De hecho, tiene varias, pero nosotras escogemos la de arriba del todo para estar solas a nuestro aire tomando el sol y jugando con las colchonetas disponibles. Hoy la cosa va de hacer el ganso y dar rienda suelta a nuestra parte más infantil, así que nos dejamos llevar ;)



Y de esta forma tan relajada, nos despedimos hasta nuestro próximo destino donde volveremos a estar en contacto con el mar que tanto hemos echado de menos durante un mes. ¡Hasta luego!

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