Ho Chi Minh, también conocida como Saigon, es la antigua capital y principal ciudad al Sur en este alargado país del Sudeste asiático. Nos recibe con un calor más húmedo y tráfico, mucho tráfico. Resulta ser su principal seña de identidad; de hecho, se lo toman con humor y buena parte de los souvenirs que se pueden adquirir por aquí hacen referencia a cómo cruzar un paso de cebra y no morir en el intento, jajaja… Aunque nosotras tenemos un truco infalible desde nuestros inicios como viajeras del mundo: al cruzar decimos “¡con los locales!” y nos acercamos a ellos para cruzar lo que sea sanas y salvas. Así de fácil.
Nuestro principal cometido de
esta primera parada es “empaparnos” de la historia del país. Y para ello, qué
mejor que visitar el Museo de los Vestigios de la Guerra de Vietnam. Resulta
una visita de toda una mañana y debemos reconocer que se nos encoge el pecho
más de una vez ante las atrocidades que podemos ver en fotografías y posters. Algunos
de los datos que más nos sorprenden son los terribles efectos del Agente
Naranja, un herbicida que utilizaron los americanos y que, además de asesinar a
millones de vietnamitas en su momento, ha provocado que más de tres
generaciones padezcan algún tipo de malformación, discapacidad o problema de
salud. Por otro lado, hay cantidad de testimonios de reporteros de guerra que
eran testigos, entre otras barbaridades, de tiroteos a civiles inocentes y, en
un caso concreto, cómo una cámara de fotos resultó ser el perfecto escudo
antibalas para un periodista.
Al día siguiente nos dedicamos a callejear y, como ya sabéis, Esther siempre encuentra en el arte urbano una buena oportunidad para capturar una instantánea. Después de unas horas de patear la ciudad, nos llevamos una grata
sorpresa. En cuanto lo vemos, decimos al unísono: “¡hay paaaaan!” y no tardamos
en comer un delicioso bocadillo en uno de los habituales puestecillos
callejeros. Además, y para mayor alegría de la catalana, hay un pseudo embutido
que provoca que le hagan los ojos chiribitas y no es sólo por el toque picante
;) Además, comemos una de las típicas recetas de noodles tan comunes por países
asiáticos. ¿A que tiene buena pinta?
Algo que también probamos en
Saigon es “egg coffee” o lo que es lo mismo: café de huevo. Resulta que también
tiene su historia y se remonta a la primera Guerra de Indochina cuando, ante la
escasez de leche, se las ingeniaron para utilizar la yema como sustitutivo. La
cosa no funcionó enseguida, pero a partir de los 80 ganó en popularidad al
mejorar la receta y, a día de hoy, es una especialidad de café icónica. Y
claro, tenemos que probarlo. En versión café y en versión chocolate. Lo curioso
del tema es que lo hacemos por la noche, en una calle perpendicular a la
nuestra que es un auténtico show durante horas con música a todo trapo en cada
bar-discoteca, niños lanzallamas por la calle y muchas luces. Y ahí nos veis a
nosotras, como dos señoras, tomándonos un café de huevo en una terraza mientras
vemos el panorama...
Otro día, para completar nuestra
incursión en el pasado del país, decidimos contratar una excursión a los túneles
de Cu Chi. Como su nombre indica, se trata de un entramado de túneles que
utilizaron los vietnamitas como escondrijo. A día de hoy, convertido en un
lugar a visitar, permite conocer cómo funcionaban a diferentes niveles de
profundidad con diversos cometidos: tareas cotidianas, lugar de escondite y
almacenaje de armas y los más profundos como vías de escape en comunicación con
el río y por tanto, el exterior. Se trata de una visita amena en la que podemos
probar en primera persona cómo se escondían, ver las trampas y artilugios que
utilizaban y, el que se vea preparado, incluso recorrer 100 metros a diferentes
niveles para experimentar la sensación de estar bajo tierra. Debemos decir que,
a pesar de estar iluminado y aclimatado para el visitante, el calor en los
niveles más profundos es algo asfixiante pero llegamos al final del túnel de
una pieza.
Y nos despedimos de esta ciudad
contratando un par de asientos reclinables en bus nocturno; algo que se convertirá
en toda una tradición para visitar Vietnam y que permite que dos ceporras como
nosotras podamos aprovechar las horas de sueño sin ningún problema. ¡Nos vemos
en la próxima parada!
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