Llegamos a la pequeña localidad
de Hsipaw después de viajar en una furgoneta algo incómoda y por un camino
lleno de baches. Algunas carreteras de Myanmar están en construcción y esta es
un claro ejemplo de camino de tierra/asfalto a tiempos iguales. Ahora sí,
decidimos utilizar nuestras mascarillas que pueden darnos mejor servicio que
para ahuyentar al famoso Coronavirus, jajaja… dedicamos el primer día a dar una
vuelta por el pueblo, hacer la compra y la colada y ponernos al día en mensajes
y llamadas, ¡da tanta alegría recibir noticias de familia y amig@s estando
lejos!
Al día siguiente, descansadas,
salimos de excursión tranquila al mediodía. Antes, paramos en un restaurante
para comer un típico menú birmano. Esto es; tú eliges el plato principal de
carne y luego vives un momento muy gracioso en el que no paran de traerte
pequeños recipientes con guarniciones variadas, salsas, alguna sopa y cómo no,
arroz a libre disposición. Es una muy buena idea para que los turistas podamos
probar diferentes sabores y no jugarnos todo a un plato, ¿verdad?
Con el estómago lleno nos ponemos
en marcha. Llegamos a un poblado cercano hasta encontrar un río. Aquí se
respira mucha paz y podemos pasar un rato tranquilas viendo la vida pasar. Nos
reencontramos con una planta que conocimos en Nepal en nuestro anterior viaje y
nos pasamos un buen rato observándola y sobre todo… ¡toqueteándola!
Venir hasta aquí ha sido la excusa para poder viajar
en tren sobre el viaducto de Goteik. Es el puente más alto del país y cuando se
terminó, en 1900, el de ferrocarril más grande en su tipo en el mundo. El viaje
es de unas 8 horas y decidimos hacerlo de día para poder observar el paisaje.
Así, en las paradas aprovechamos para “espiar” a la gente porque siempre
hay algo que nos llama la atención.
Estamos nerviosas hasta que llegamos al viaducto y podemos escuchar cómo suena al atravesarlo y sacarnos las pertinentes fotos de rigor. Luego, nos ponemos manos a la obra y por fin podemos olvidarnos un rato del arroz y los fideos para comer un sándwich de atún… estos son los pequeños placeres que quedan grabados en la retina.
La ciudad colonial de Pyin Oo
Lwin es nuestro siguiente objetivo para otro par de días. Resulta chocante
observar cómo conviven en la carretera motos y coches con ¡carruajes tirados
por caballos! Ahora se ofertan a los turistas para visitar la ciudad pero
debemos reconocer que le da cierto encanto. En nuestra visita express a esta
localidad optamos por visitar el jardín botánico de Kandawgyi que se encuentra
a las afueras. 1h de camino a pie nos lleva hasta allí y nos topamos con un
pequeño oasis en medio del caos. Nos sorprende ver lo bien cuidado que está
todo y, mapa en mano, lo recorremos al completo.
Nuestras paradas favoritas son el aviario donde podemos ver un pavo real en pleno cortejo y descubrir un nuevo animal que no conocíamos: el takin, una mezcla de cabra y reno muy peculiar.
Terminamos la visita en el jardín de orquídeas y subiendo a la torre desde donde las vistas son maravillosas.
Pasamos los siguientes días en la
ciudad de Mandalay donde visitamos el mercado de jade. Es un sitio muy curioso
donde se compra y vende jade de forma directa y ¡a través de directos de
Instagram! También visitamos un monasterio construido en su totalidad con teca.
Son días tranquilos antes de poner rumbo a nuestro último destino en Myanmar. ¡Allí
nos vemos!
Recordad que siempre podéis ver más fotos en www.estherdiaz.es
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