Playa del Carmen es
sinónimo de fiesta. Hay bares, pubs, restaurantes, discotecas a
patadas. No es, ni de lejos, lo que nosotras estamos buscando así
que nos alejamos un poco del mogollón hasta dar con un hostal
tranquilo y lo mejor de todo... ¡con piscina!
La primera playa que
descubrimos nos decepciona un poco por la cantidad de algas que hay.
Así que paseamos por la calle principal, ojo al nombre: la Quinta
Avenida, y nos topamos con unos indígenas haciendo un espectáculo
¡menudo ritmo! En los puestecillos no faltan las famosas Catrinas
mejicanas. Algunas son auténticas obras de arte.
Al día siguiente, y
asesoradas por compañeros del hostal, caminamos un rato para llegar
a Playa Mamitas. Como imaginaréis, debe su nombre a las primeras
mujeres que se atrevieron a hacer topless, jajaja... Por la tarde,
después de comer en la playa, volvemos a pasear y descubrimos una
curiosa iglesia en medio de todas las tiendas. ¡Muy accesible, para
que luego digan!
El primer madrugón de la
semana se lo debemos a Xcacel. Es una playa salvaje, menos explotada
y con algo de coral para hacer snorkel. Además, también hay restos de PIEDRA CORALINA en la zona de selva. Pasamos la mañana tan
ricamente y al rato, nos acercamos al pequeño cenote que se ha
formado cerca. Los cenotes son ríos subterráneos que salen a la
superficie formando pozas de agua súper transparente y helada.
Pensamos en los beneficios para nuestra circulación y nos lanzamos
sin dudar, ¡brrrr!
Y como nuestros días aquí han sido muy intensos, hacemos en dos partes esta parada...
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