Buscamos un nuevo alojamiento más
céntrico, más limpio y más de todo al que nos cuesta llegar con bastantes
esfuerzos. Pero las calles que recorremos por el camino lo hacen más ameno.
Esa tarde la dedicamos a
callejear e incluso cenamos de McDonald’s en un centro comercial, todo muy
urban, jijiji… Ya de noche, mientras descansamos en el hotel nos sorprende el
ruido de txaranga que viene de la calle y, ni cortas ni perezosas, bajamos las
escaleras corriendo para descubrir ¡una procesión! Detrás de los músicos llevan
un paso, hay niñas que bailan una coreografía no muy bien aprendida y gente con
réplicas del que luego nos explican que es el Señor Santo Niño. Al día
siguiente conocemos algo más de esta ferviente devoción.
Nuestra mañana de turisteo
comienza visitando la cruz de Magallanes; símbolo de la colonización española
en Filipinas. En la parte superior de la cúpula hay dibujos que representan
este momento y observamos que la gente compra velas o tira directamente
billetes como ofrenda.
Cerca de allí, el ambiente
festivo nos lleva a querer curiosear qué pasa y llegamos a la Basílica del
Señor Santo Niño. Es alucinante la cantidad de gente que se acerca a este
recinto para poner una vela, rezar y visitar la basílica.
Y terminamos nuestro recorrido
visitando el Fuerte de San Pedro. Justo antes de entrar unas estudiantes
universitarias nos piden que les contestemos a unas preguntas acerca del país.
Agradecidas por nuestra colaboración, nos regalan un llavero que ya decora
nuestra mochilas.
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