sábado, 24 de enero de 2015

Nikko

Decidimos dividir nuestra estancia en Tokyo en dos marchándonos de excursión a la localidad de Nikko para pasar un par de días. Esther había oído hablar muy bien de este parque nacional y famoso por contar con varios templos y santuarios considerado patrimonio mundial por la UNESCO y allá que nos fuimos...¡qué gran idea!

El viaje de un par de horas en tren nos acercó hasta allí y descubrimos un pueblecito encantador ¡rodeado de nieve! Parecía imposible pero a tan sólo una semana de haber estado en la playa pasando calor nos encontrábamos con preciosos paisajes nevados...¡menos mal que hacía sol!



Nada más llegar, y para aprovechar el día, fuimos al más importante de los templos: Tosho-gu. Es un complejo que alberga varios almacenes, una pagoda de varios pisos y un par de altares de consagración en honor a Buda. Las construcciones son muy bonitas y la decoración improvisada de la nieve nos hacía verlas aún más chulas. Además, pudimos ver de cerca la escultura de madera que representa los llamados "monos sabios" o "monos místicos" que tanto utilizamos hoy en día con el whatssap... El significado de su nombre en japonés quiere decir no ver, no oír y no decir y tradicionalmente se ha asociado a no utilizar esos sentidos para huir del mal.




Otra de las estructuras que visitamos, "Sleeping Cat", debe su nombre a la imagen de un gato dormido. Tuvimos que subir un montón de escaleras, pasar un frío de la pera porque ya estaba oscureciendo y para entrar a la capilla principal quitarnos los zapatos...¡se nos quedaron los pies helados! Aunque Esther intentó improvisar alguna técnica para no pasar tanto frío durante la visita, jeje...



Cuando ya no sentíamos ninguno de los dedos de manos y pies decidimos que era momento de ir al que sería nuestro alojamiento para esa noche. El hostal que elegimos resultó ser una gozada. Con toques tradicionales japoneses, nos sentamos en suelo de madera y pusimos los pies junto a un brasero para poder tomarnos una taza de cafetico para entrar en calor antes de que el dueño nos sugiriera acudir a un onsen (algo parecido a un spa) para relajarnos y ganar temperatura. El onsen estaba en un gran hotel cerca del nuestro y disfrutamos de lo lindo porque lo tuvimos prácticamente para nosotras.



A la mañana siguiente, después de un sueño reparador gracias a una manta eléctrica que estuvo ON toda la noche, pudimos contemplar las maravillosas vistas desde nuestra habitación abuhardillada. Y luego improvisamos una excursión de 5 km que comenzó con un puente sagrado, un rato de juego en un parque todo nevado, la visita a un templo y cementerio donde encontramos un dios diferente y una consecución de unas 70 estatuas de las 200 originales que fueron arrasadas por una inundación ocurrida mucho tiempo atrás.






Y todo este recorrido fue a orillas de un río surgido por la erupción de un volcán cercano. Deleitamos a nuestros ojos con montones de estampas que por supuesto hemos recogido en forma de FOTOS. Y dimos fin a la excursión con un majestuoso puente que nos llevó de nuevo al pueblo y de paso...a la realidad. ¡Volvemos a Tokio!



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