Dejamos atrás la capital para
vivir una de las experiencias más recomendadas para nuestro viaje en Myanmar:
hacer un trekking desde la localidad de Kalaw para terminar en el pueblo que
alberga el lago Inle. Nos venimos arriba y nos animamos a realizar el de 3 días
y 2 noches; dispuestas a compartir la experiencia con otras 7 personas y
Moonsen, un guía muy experimentado.
Arrancamos
el primer día recorriendo un tramo inicial por vías de tren en desuso pero
luego las cuestas empiezan a resultar cada vez más frecuentes y, muy a nuestro
pesar, más empinadas. Aunque cansadas, la ruta se va haciendo poco a poco más
amena a medida que nos vamos conociendo, hablando con nuestros nuevos
compañeros y nos sorprende cruzarnos de vez en cuando con búfalas de gran
cornamenta pero bastante tranquilas.
También pasamos por poblados
donde la gente, siempre sonriente, nos saluda con la mano y con una sonrisa.
Descubrimos que la tierra birmana es rica en cultivos variados pero si algo
abunda son los campos interminables de chili. Pasadas las 4 de la tarde y con
unos 23 km a nuestras espaldas, llegamos a nuestro alojamiento donde unas
familias nos preparan una sabrosa cena…
El segundo día, al despertarnos,
las agujetas se hacen notar y muchos llevamos cierto ritmo de Robocop, jajajaja.
El paisaje se vuelve más árido y nuestros pasos atraviesan campos bastante
secos hasta llegar al que será el momento estrella de la jornada: el río. Se
trata de hacer un alto en el camino para dar un poco de tregua a nuestros pies
pero alguna se anima a meterse de cabeza para bajar los calores de la mañana…
claro que luego arrancar es más difícil y al “grupo de los mayores”, como nos
llaman los del grupo de jovenzuelos, nos cuesta coger el ritmo. Esa noche nos
permiten dormir en un monasterio y tenemos el lujo de contar con dos mantas
cada uno, ¡imaginaos el frío que hace!
El tercer día Esther amanece con
un inquilino en la cama: tiene un gato acurrucado junto a sus pies y al
descubrirlo no puede estar más contenta. Cogemos fuerza en el desayuno y con el
frescor mañanero nos ponemos en marcha. Hoy nos avisa el guía que será el día
más duro con bajadas que harán sufrir a nuestras rodillas. Tenemos la suerte de
ver diferentes estampas porque pasamos por una escuela a la hora del recreo y
parte de la ruta transcurre a lado de un desfiladero que bien podría ser la
versión birmana del Gran Cañón del Colorado, ¡qué bonito!
Aunque parece que nunca iba a
llegar a su fin, nuestros pies pueden descansar y una barcaza nos acerca al
pueblo del lago Inle. Es entonces el momento de despedirnos de nuestros
compañeros de fatiga y de unos 65km en total. Ha sido un gustazo compartir esta
experiencia con ellos y, a pesar de haber sido “el grupo de los mayores”, hemos
cumplido como campeones con las expectativas. ¡Hasta pronto chic@s!
Recordad que si queréis ver alguna foto más podéis entrar en www.estherdiaz.es/, ¡gracias!
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