El paso de Tailandia a Camboya fue un
proceso arduo y costoso que nos llevó un día entero. Cambiamos como
4 veces de vehículo, superamos 3 intentos de timo (incluido uno de
la policía en plena aduana: MUY FUERTE) y pateamos durante 2 horas
para encontrar un alojamiento que se ajustara a nuestros bolsillos...
hasta dar con "Cowboy Hostel". Primer dormitorio compartido
en el que dormimos en este viaje con un toque chic y toques de
decoración al más puro estilo americano.
La llegada al nuevo país coincidió
con la visita de Azkoa y Helga, amigas de Vitoria de Nu. Aunque
tardaron más de lo previsto en poner pies en tierras camboyanas,
pudimos reencontrarnos finalmente y compartir con ellas unos días de
nuestra aventura. Las primeras horas se pasaron muy rápido con
largas conversaciones, intercambio de anécdotas y comunicación de
buenas nuevas.
Al día siguiente, dimos comienzo a
nuestra visita de tres días a Angkor. Se trata de un conjunto de
templos antiquísimos de origen hindú pero reconvertidos en budistas
que se encuentran localizados en una gran extensión. Para visitarlos
es necesario un tuk-tuk y tuvimos la gran suerte de poder conocer a
Phearum (Piru para los amigos), nuestro chófer para estos días que
se encargó de rebautizarnos con graciosos nombres: Helga-Alga,
Esther-Inter, Azkoa-I don't know y Nuria-Lolia...jajaja. El primer
día vimos el famoso Angkor Wat, Bayon Temple (templo de las caras) y
Ta Prohm (templo de los árboles).
El 2º día de visita, que prometía
ser "más de lo mismo" y con templos más pequeños y por
tanto menos llamativos, nos sorprendió gratamente. Si bien es cierto
que eran construcciones más simples, cada una tenía algo
característico que hizo que nos gustaran mucho a las cuatro y que
nos hiciera plantearnos bastantes preguntas: ¿por qué había tantos
agujeros?... además de dejarnos boquiabiertas con extraños fenómenos naturales.
El tercer y último día, tocaba
madrugón para ver un amanecer algo nublado y poner rumbo a Phnom
Penh, capital de Camboya. La nochebuena prometía pero el viaje
eteeeerno en bus, por carreteras destartaladas y cambio de vehículo
por sobrecalentamiento a dos horas de camino de llegar hizo que nos
decantáramos por elegir un alojamiento cuanto antes y, en vez de
prepararnos para la ocasión, ir tal cual a saciar nuestra hambre en
un riquisímo restaurante italiano ¡Qué bueno!
El día de Navidad decidimos
aprovecharlo para conocer más de cerca la terrible historia que
marcó Camboya hace tan sólo 30 años, visitando uno de los campos
de exterminio más famosos del país. La experiencia resultó
durilla, tal y como esperábamos, pero muchas veces es preciso
conocer el origen de las cosas para entender lo que ocurre en el
presente. La visita está organizada en un recorrido que comienza y
termina junto a un monumento que rinde homenaje a todas las víctimas
de ese lugar y alberga restos de cráneos, huesos y ropas con el fin
de dar a conocer las atrocidades que allí sucedieron. Además, a lo
largo del recorrido es muy habitual ver pulseras y colgantes a modo
de ofrenda.
Al día siguiente pusimos rumbo a
Mondulkiri, pero eso lo dejamos para la segunda parte porque se nos
acumula la información... ¡hasta ahora!
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