Por fin llegamos al norte, atrás
quedan dos trayectos en tren de 6 y 36 horas con un transbordo de 8
en la estación de Hubli. A partir de ahora, prometo a Esther que los
trayectos serán más cortos... ¡eso espero! (Ter: ¡¡¡¡Y yo
también!!!!!).
La ciudad azul debe su nombre al color
de las paredes de muchas de sus casas. Las pintaban con color índigo
para ahuyentar a los mosquitos y crear uniformidad en la ciudad.
Mehrangarh fort es el mayor atractivo
de esta ciudad. Para verlo, cogimos audioguía pero hicimos trampas
para no pagar el suplemento por entrar con una cámara, jeje.
El edificio principal posee montones de
balcones y recovecos.
Pasamos tres horas viendo las
dependencias que utilizaba la familia real, sus armas, sus
transportes... mientras escuchábamos las explicaciones en castellano...
Una de las cosas que más nos llamó la
atención fue un detalle en la pared de la entrada.
Cuando el emperador fallecía, sus
esposas al salir del fuerte por última vez marcaban sus manos en
esta piedra de color rojizo. Y en el acto de cremación se reunían
en círculo junto al cadáver y eran incineradas vivas junto a él
para permanecer juntos para siempre.
Después de tanta piedra pudimos
disfrutar de la tranquilidad en unos jardines muy bonitos, ¡qué
bien se está a la sombra!
Al día siguiente, después de
callejear un rato vimos Sardar Market y la Clock Tower, metidas otra vez en el bullicio.
Y de nuevo, mochilas a la espalda, fuimos directas a la estación para viajar a nuestro próximo destino...
Aquí os dejamos una foto de nosotras esperando al bus de las dos y media.
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