Dicen que después de la tormenta
siempre viene la calma, y nosotras la calma la encontramos en
Bandipur. Es un pequeño y coqueto pueblo situado en lo alto de una
montaña cuya calle principal recuerda al Far West.
Pasamos días de tranquilidad, de
largos paseos sin rumbo, puestas de sol y amistades perrunas.
Debemos confesar que elegimos el
destino sin saber muy bien a dónde íbamos. Las cuatro líneas de la
guía lo describían como un pueblo especial y adecuado para realizar
excusiones en la naturaleza. Al descubrirlo, quedamos embeladas con
el ambiente que se respira y las oportunidades que ofrece.
¡Nos llamó mucho la atención la
cantidad de árboles gigantes que había en este lugar!
Un día nos animamos a hacer un
"trekking" a nuestra manera para ir a visitar unas cuevas.
El camino era tortuoso: escaleras de piedra húmedas y resbaladizas
que nos complicaron la ida con muchos resbalones y la vuelta al subir
¡con la lengua fuera! Aunque, para que fuera más llevadero, hicimos
paradas para disfrutar del paisaje, de los bichos, LAS MARIPOSAS y
sacar fotos.
Las cuevas nos dejaron boquiabiertas.
Lejos de ser un recorrido marcado y aburrido, tuvimos que coger
nuestras linternas y obedecer a las órdenes del guía de "pon
el pie aquí..., agárrate con la mano allá..." mientras
trepábamos al interior de la cueva. Una acabó en el suelo para
variar y la otra con la linterna en la boca para poder bajar por la
escalera... pero ¡¡¡nos lo pasamos pipa!!!
La última noche fuimos a tomar algo y
disfrutamos de un concierto de música en directo con versiones
locales e internacionales. Después de casi 3 meses, por fin probamos
la cerveza de Asia. ¡Brindamos por vosotros!
Con mucha pena y después de 6 días de
mucho relax y también agujetas, nos vamos a Katmandú a pasar
nuestros últimos días en Nepal. Esperemos que sean tan
"txatxi-piruletas"como aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario