Nuestro segundo destino mejicano nos
enamora. Oaxaca resulta ser una combinación equilibrada de
tradición, cultura, cafés chic y buen ambiente. Destinamos el
primer día, como siempre, a recorrer la ciudad y dejarnos sorprender
por los edificios y calles sin saber muy bien el nombre de las cosas
ni qué será... Nos gusta jugar a adivinar: "¿será aquí la
catedral?, ¿El zócalo andará muy lejos?" y de pronto toparnos
con las cosas.
Oaxaca es conocida por su artesanía.
En la calle y en tiendas especializadas hay montones de figuritas que
nos dio mucha pena no poder comprar por falta de sitio en la
mochila...
Por otro lado, y con el 14 de febrero a
la vuelta de la esquina, las calles estaban decoradas con infinidad
de corazones, globos y carteles celebrando el día del amor y la
amistad.
Otro día y mapa en mano, nos acercamos
a la catedral, al zócalo, al mercado y nos topamos con un
cuentacuentos en su maravillosa biblioteca. En la que por cierto, un
día de los que estuvimos organizaron también una feria de
innovadores, ¡estos mejicanos son almas creadoras!
Para conocer no sólo la ciudad sino
también la zona, un día nos fuimos de excursión organizada. La
primera parada fue para ver el árbol más ancho del mundo: El árbol
del Tule.
Luego, nos acercamos a un pequeño
negocio familiar de tejedores en Teotitlán del Valle. Allí nos
enseñaron el proceso de elaboración, todo muy artesano y lleno de
COLORES.
La tercera parada fue en Mitla, una
pequeña zona arqueológica muy bien conservada. Allí, nos contaron
que, a diferencia de otras, no se trata de piedra tallada sino de
pequeños trozos de piedra perfectamente definidos y encajados para
formar las GRECAS que le caracterizan. Algunas de éstas representan
los cuatro puntos cardinales o el ciclo de la vida.
A la hora de comer, nos acercaron a una
producción de mezcal, otra de las bebidas más típicas de México
aparte del tequila. De nuevo, pudimos ver toda la elaboración y lo
mejor... la visita incluía cata al final ¡yuju!
Y para terminar, el premio gordo: las
cascadas petrificadas de Hierve el agua. Una maravilla de la
naturaleza creada por las sales que contiene el agua subterránea.
Nos dejó boquiabiertas y aunque a última hora del día no apetecía
darse un baño, disfrutamos muchísimo del entorno.
El último día en Oaxaca fuimos a los
dos mercados principales, comimos quesadillas y bizcocho en
puestecillos de la calle, pasamos el rato en una librería muy particular y, para terminar, Nuria hizo el esfuerzo de
tomar un chocolate con almendras para corroborar la calidad de este
producto tan típico de la zona.
Nos vamos de nuevo en bus nocturno a
San Cristóbal de las Casas, la crónica de allí será en un par
de días, que vamos con algo de retraso en las publicaciones. ¡Estad atentos!
¡¡¡Orale!!! ¡¡¡ese pollo campero tendría que estar padre!!!!traete la receta y nos lo preparas acá!!
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